lunes, 28 de septiembre de 2009

Grandes guerreros: Espartanos


La infancia del espartano era muy dura, constantemente eran sometidos a pruebas, con el objetivo de conseguir los mejores soldados. Recién nacidos, se les examinaba meticulosamente, y si poseían alguna malformación se les abandonaba o despeñaba desde el monte Taigeto. Los niños sanos vivían hasta los siete años con sus padres. Luego, el Estado se hacía cargo de los varones, haciendo hincapié en liberarlos de los miedos infantiles, la oscuridad, la soledad y las supersticiones. A veces, los educadores promovían peleas entre ellos con el fin de estudiar sus cualidades y su valor individual. Les hacían pasar hambre y frío, correr descalzos por lugares pedregosos y dormir sobre cañas que ellos mismos cortaban con las manos. Se les exigía obediencia ciega e incluso les estaba permitido robar comida, pero si los descubrían eran castigados, que iban desde morderles el pulgar hasta darles latigazos, no por haber robado, sino por haber sido sorprendidos.


Los espartanos desde pequeños también eran inculcados en un sentimiento patriótico. Sirva de anécdota del espartano que, en lugar de sentirse humillado por no haber sido elegido entre los 300 mejores ciudadanos, como él pretendía, regresó de la elección muy contento de que hubiese en la ciudad 300 mejores que él. A los 30 años, después de haber superado las continuas pruebas, tenían la obligación de casarse y se les prohibía viajar al extranjero así como poseer oro y plata, aunque si quedaban sin nada, hasta el punto de no poder contribuir a las comidas en común (Fidia), se les retiraba la ciudadanía.

Batalla de las Termópilas

La famosa batalla de las Termópilas (fuentes calientes) tuvo lugar en un paso estrecho entre las montañas y el mar, acceso a Grecia desde el norte. Tenía una longitud de 2,5 km y en algunos puntos su anchura se reducía a tan solo 15 metros. En el verano del año 480 a.C., el rey persa Jerjes condujo un numeroso ejército, según Heredoto compuesto por dos millones de hombres. Por el contrario, las tropas griegas estaban formadas por unos siete mil hombres de diferentes ciudades, bajo el mando del Rey Leónidas, que iba acompañado de los trescientos espartanos de su guardia real. Éstos se preparaban para el combate haciendo ejercicios atléticos, limpiando sus armas, e incluso peinándose y arreglándose el cabello.

La noche previa al combate, un desanimado soldado de Traquis comentó que al día siguiente, cuando los persas atacaran, sus flechas taparían el sol, a lo que un espartano llamado Dienekes respondió: " Tanto mejor, así pelearemos a la sombra". La primera avanzadilla persa fue repelida sin complicaciones por la falange espartana, por lo que el general persa envió a la guardia real persa, los llamados diez mil inmortales, convencido de que estas tropas escogidas aniquilarían fácilmente a los ya cansados griegos. Con el crepúsculo cesó la batalla sin que hubiesen podido penetrar, a pesar la gran bravura de los persas.


El rey persa descubrió un modo de vencer a los espartanos gracias al traidor, Efialtes, quien, tras asegurarse una suculenta recompensa, informó a Jerjes de que existía un sendero que, rodeando el monte Kalidromos, salía al otro lado del paso, donde sorprenderían a los espartanos por la retaguardia. Al descubrir la maniobra envolvente de los persas, Leónidas ordenó que todas las tropas griegas abandonaran el lugar de inmediato, así se salvarían y podrían volver a combatir más adelante. Sin embargó, decidió quedarse él con los trescientos espartanos para permitir a la flota griega replegarse de Atenas de una forma ordenada. Junto a ellos también permanecería los setecientos hoplitas tespieos, al negarse a obedecer la orden de retirada y abandonar a los espartanos.

Finalmente, la batalla concluyó con un retroceso de la infantería persas, debido a su continuo número de bajas por parte de los ya heridos y exhaustos griegos, y un ataque de los arqueros. Los pocos espartanos y tespieos que aún quedaban en pie sucumbieron a una lluvia de flechas. Los espartanos, que se consideraban a sí mismos descendientes de Heracles (Hércules), también murieron en el mismo lugar que el héroe...

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