lunes, 28 de septiembre de 2009

Grandes guerreros: Samuráis


En el país del Sol Naciente, durante un largo periodo de tiempo, surgió y se consolidó una clase guerrera que provocó, con sólo oír su nombre admiración y respeto a partes iguales, nos estamos refiriendo a los samuráis.

Aún hoy día permanece en el imaginario colectivo la imagen del guerrero fiero y disciplinado capaz de combatir hasta la muerte por su honor y el de su señor, y en caso de derrota preferir la muerte ritual (harakiri) antes que llevar una vida deshonrosa. Evidentemente este tipo de visiones tienen una carga de idealización tras la que en ocasiones se tiene a difuminar, la verdadera esencia del tema tratado. No obstante, en el caso de los samuráis podemos afirmar que, pese a la mitificación de la que son objeto en la actualidad, no constituye un obstáculo para conocer su historia.

En primer lugar debemos hacer unos breves comentarios etimológicos a propósito del propio concepto de “samurai”. Literalmente, la palabra japonesa que posteriormente pasó a designar a una clase guerrera específica, significaba en su origen “guardián”, haciendo referencia a las funciones que les estaban asociadas en su inicio. Así su principal cometido en estos primeros tiempos era proteger el palacio imperial, sobre ese recinto debían ejercer la guardia. Pero no debemos confundirnos, esta era una guardia personal del emperador encargada de su seguridad y de la del recinto imperial. El emperador disponía de un ejército convencional destinado a sofocar revueltas o a hacer la guerra, y este ejército se nutría del aporte de tropas que le suministraban los vasallos sobre los que tenía pactos de fidelidad, una situación muy parecida a la que se vivía en la Europa del Medievo.

Volviendo al tema central que nos ocupa, es decir, la naturaleza de los samuráis, cabe decir, ateniéndonos a su origen, que los samuráis eran individuos de una extracción social inferior a la de la nobleza feudal nipona. Los samuráis ocupaban un escalón intermedio en la pirámide social japonesa. Estaban por encima de los siervos y artesanos, pero por debajo de la alta nobleza feudal. El estamento samurai no surge de la nada, sino que tenía en los “saburais” su precedente. Saburai era un término japonés que podemos traducir por “estar al lado de”, que recuerda a la ya mencionada función de guardia y vigilancia de los samuráis. Pero a pesar de que en un primer momento los samuráis no estaban situados en una posición preponderante dentro de la sociedad japonesa, lo cierto es que el paso del tiempo, el desarrollo de ciertos acontecimientos y en especial la. orientación de sus vidas guiadas bajo el estricto código guerrero del samurai, les irá confiriendo un status de preponderancia del que en un primer momento no disfrutaban.
En estos tres aspectos son en los que nos vamos a detener a continuación. El desarrollo de la técnica guerrera y toda la industria que lleva aparejada no es algo que surgiera a la par que el desarrollo de los samuráis. Por el contrario, con mucha antelación, se había ido desarrollando en los periodos de la historia antigua japonesa, un exhaustivo proceso de creación armamentística que incluía también un perfeccionamiento de las técnicas de combate. Desde esos primeros instantes surge en la sociedad nipona la fabricación y manejo de arcos, flechas, armaduras, lanzas y los útiles necesarios para desarrollar el combate a caballo. Sin embargo, de todas las armas usadas por los guerreros japoneses, hay una que ocupa un lugar especial, la espada. Los artesanos japoneses destacaron especialmente en la fabricación de este tipo de arma, que llegaron a alcanzar una fama legendaria máxime si una de estas katanas era empuñada por las diestras manos de un terrible guerrero samurai. Pero si el universo material que acompañaba la vida de un samurai y las caracterizaba era importante, no lo era menos el universo espiritual donde el código de samurai tenía un papel preponderante hasta el punto de que será la norma básica de actuación para todos los guerreros samuráis. No obstante, conviene recordar que esta legendaria compilación de normas, tiene su origen en el otro lado del Mar del Japón, en China. Efectivamente, el código chino Michi recogía entre sus postulados todos aquellos elementos considerados como virtudes dignas de alabanza parta la vida de un guerrero. Del continente asiático, este primigenio código, fue transportado hasta Japón donde evolucionó hasta configurar el código Bushido. En este proceso de transformación y modificación, tuvo un peso especialmente importante el papel jugado por la religión, en concreto el shintoismo. Esta religión asiática predicaba como postulado básico el respeto por las fuerzas de la naturaleza y el equilibrio del hombre en el seno de esta.

Pero además de esto, la meta de todo buen guerrero samurai era fusionarse de forma total con el Universo, y para alcanzar este objetivo, el samurai debía someterse a un duro proceso de autodisciplina en el que se primaba el desarrollo de la mente y del cuerpo, a través de procesos de entrenamiento físicos y mentales. Es en este último punto donde aparece la filosofía zen como aglutinador y catalizador de esta concepción empática de la naturaleza. Pero en el conjunto de valores propios del samurai no sólo ocupaba un lugar preponderante las meditaciones tipo zen, sino que junto a estas, en un lugar muy destacado, aparece como uno de los valores esenciales en el arquetipo del samurai, la lealtad a su señor en un primer lugar y al emperador el ultima instancia. Este es un aspecto básico a la hora de intentar emprender estas figuras del feudalismo japonés.

Evidentemente, con un sentido de la lealtad tan marcado, era inevitable que se produjeran conflictos de fidelidad en caso de que el señor al prestaban sus servicios decidiera cuestionar la autoridad imperial. Pero la propia existencia de este tipo de dilemas en la mente del samurai es una buena muestra de la vastísima riqueza ética de estos guerreros. Siguiendo esta línea de retazos espirituales de los samuráis, debemos hacer hincapié en el rechazo que les producía a estos guerreros, las compensaciones de tipo económico por sus servicios, ya que lo habitual eran retribuciones en forma de hospedaje y comida. Otros aspectos a los que debemos hacer mención, para comprender de forma global este cuerpo asiático, son las relacionadas con la guerra, el combate y sus estrategias técnicas y ejecución. En este sentido cabe decir que para un samurai, su máxima meta era ser el mejor en diferentes disciplinas de combate. Como resultado nos encontramos con que un samurai no tenía miedo a la muerte, ya que cada nuevo combate suponía la posibilidad de demostrar su propia valía y en caso de derrota, no importaba fallecer en el intento. No obstante, no todas las muertes eran igual de honrosas o aceptables. En función de las circunstancias que rodeasen este acontecimiento, se podía considerar como digna o indigna. Así pues, perecer en un gran enfrentamiento reportaba al difunto y a todo su linaje una larga serie de honores y alabanzas. Por el contrario, si el samurai abandonaba este mundo como consecuencia de una disputa menor a la que se viera arrastrado por su falta de autocontrol, el oprobio y la vergüenza se convertiría desde ese momento en sus señas de identidad y en las de su estirpe. Hay que añadir también que si en el enfrentamiento fuera vencido pero no muerto, o hecho prisionero, el samurai optaría entonces por una muerte honrosa a través del suicidio antes de seguir soportando una humillante existencia. Este acto recibe el archiconocido nombre de harakiri.

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